jueves, 30 de diciembre de 2010

Cambia la estrategia

"Aquel que dijo más vale tener suerte que talento, conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuantas cosas escapan a nuestro control. En un partido hay momentos en que la pelota golpea el borde de la red, y durante una fracción de segundo puede seguir adelante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte sigue hacia delante, y ganas. O no lo hace, y pierdes. "

Es el encabezamiento de Match Point, película del año 2005 dirigida por Woody Allen y protagonizada por Scarlett Johansson y Jonathan Rhys Meyers. La película nos cuenta la historia de Chris Wilton, un hombre que a pesar de  no dejar de cometer errores imperdonables, de los cuales él es el único responsable, consigue tener una vida envidiable gracias a la buena suerte. 

La suerte es algo curioso. La mayoría de gente culpa de sus fracasos a la mala suerte de manera que, al final, uno puede acabar creyendo que la mala suerte es algo así como una fuerza oculta y misteriosa que acecha nuestras vidas con tal de robarnos la felicidad. Siempre hay una forma de culpar, directa o indirectamente, a la mala suerte por cada uno de nuestros fracasos.

Los fracasos están ahí. Uno no puede evitarlos, son el pan de cada día. El fracaso es relativo, para cada uno significa algo distinto. Pero todos nos hemos sentido fracasados alguna vez al no cumplir nuestras expectativas. No sentirse realizado profesionalmente, no tener autonomía económica o un desengaño amoroso pueden ser algunos motivos que pueden hacer sentir fracasadas a las personas. El fracaso es algo que está ahí. El fracaso es algo que existe, afecta a nuestra vida y tenemos que aceptar.

Las personas solemos obsesionarnos en sobremedida con nuestros propios fracasos. Los fracasos traen inseguridad, miedo al siguiente fracaso, y hacen adoptar a la persona que los padece una actitud defensiva y pesismista que predispone inexorablemente a otro fracaso. Es un círculo vicioso, un pez que se muerde la cola. En resumen: una dinámica mental negativa. Y una dinámica mental que no tiene fundamento.

Sin embargo, romper esta espiral no debería ser difícil con la predisposición mental adecuada. Y la suerte no tiene cabida aquí.

En primer lugar, hay que ser conscientes de lo que es la aleatoriedad. La aleatoriedad podría definirse coloquialmente como aquella propiedad que hace que los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor sean impredecibles. Es decir, una persona que haga todo excelentemente bien no tiene porqué tener suerte. Uno puede haberse esforzado en labrarse un porvenir profesional prometedor, casarse con la mujer de sus sueños y formar una familia maravillosa para morir de un accidente de tráfico a los pocos años. En cambio, a un bala perdida que se ha pasado la juventud esnifando cocaína le puede tocar la lotería. No se puede luchar contra eso. Así es el juego. Es injusto, pero es así. No lo inventé yo.

Sin embargo, que exista la aleatoriedad no quiere decir que no haya correlación entre los esfuerzos que hacemos por mejorar nuestras vidas, y el éxito que tengamos. Y hablo de éxito en nuestra vida como algo totalmente incuantificable y subjetivo. Para unos el éxito será ser directivo en una empresa multinacional, para otros formar una familia y para otros ir a la India y hacerse budista.  Hacerse rico, ir a la Luna o tener una vida espiritual plena. ¿Qué más da? El éxito o el fracaso no es un estándar. El éxito o fracaso es la opinión que tenemos de nosotros mismos.

Hay una frase que me repito muchas veces al día: "El éxito no es un resultado. El éxito es una actitud". Yo creo en el éxito como una forma de ver la vida, una predisposición mental positiva y confiada para alcanzar aquellas metas que nos hayamos propuesto, sean de la naturaleza que sean. Una mentalidad abierta para el análisis y la capacidad de cambio. Y esta palabra es fundamental: cambio. Saber gestionar el cambio es la clave del éxito.

Es un síndrome muy común que las personas que fracasan (es decir, todas las personas del mundo en algún momento de su vida) se obsesionen con el objeto de su fracaso. Esto les hace entrar en una dinámica negativa de frustración, nuevo intento y reiteración del fracaso. Este tipo de actitud tiene una característica fundamental: la falta de análisis de la situación. Eso hace que la persona se empeñe en intentar una y otra vez aquello que la hizo fracasar, sin plantearse si no sería conveniente un cambio de estrategia.

Supongamos el caso típico de amor no correspondido. Días de bajón, canciones melancólicas de Belle and Sebastian, pensamientos negativos y, finalmente, aceptación del fracaso, periodo de lamentaciones, resentimiento, y falta de autoestima.

Éste sería el típico esquema mental de una persona que no está predispuesta al éxito. Las personas que estan predispuestas al éxito actúan de otra manera. Y la diferencia enre ambas es simple: la persona predispuesta al éxito acepta mucho más rápido el fracaso y cambia de actitud inmediantamente. Acepta el fracaso antes de que el fracaso se convierta en un lastre.

Ante un rechazo amoroso una persona con una autoestima alta y una actitud predispuesta al éxito reaccionaría de diferente manera. En primer lugar, no se vería afectada emocionalmente por el rechazo de otra persona, ya que su autoimagen no viene condicionada por valoraciones externas. Aceptaría que el amor es algo difícil de encontrar y que depende en gran medida de la suerte. Analizaría qué cosas ha podido hacer mal, para la próxima vez no cometer los mismos errores. Y, por último, valoraría el coste de oportunidad de estar dedicando tiempo a una interacción que ya ha resultado fallida, en lugar de explotar otras interacciones que potencialmente podrían desencadenar una relación amorosa.

Esto es tener una actitud orientada al éxito, lo cual no implica tener éxito siempre. Es más, uno puede tener innumerables fracasos amorosos con esta actitud. Pero la diferencia está en que: nos ayudamos a nosotros mismos a tener una actitud positiva y confiada; no nos obsesionamos con una interacción que ya ha fracasado; nos abrimos puertas a tener muchas más interacciones, y por consiguente, una probabilidad más alta de tener una interacción exitosa (no por mejora de nuestra habilidades, sino por simple probabilidad matemática al aumentar la muestra). 

Como se ve, el resultado es el mismo: un fracaso amoroso. Sin embargo, la forma en la que se afronta no es la misma. En eso consiste el éxito. Y que conste que esto no es un ejercicio de autoengaño. Se trata sencillamente de tener la fuerza mental suficiente para que un fracaso no comprometa el éxito en la siguiente actividad que decidamos emprender. Y quien mantiene esta predisposición mental a lo largo del tiempo, tiene muchas más posibilidades de ver sus objetivos realizados que aquellos que se ofuscan ante el fracaso. 

El ganador considera el fracaso como un proceso de aprendizaje natural, y el perdedor considera el fracaso como algo de lo que avergonzarse. Ahí está la diferencia. Debemos entender que todo el mundo fracasa. No hay nadie que no fracase. Hay que tener clara esta idea, y esto nos ayudará a perder el miedo al fracaso. Ya que el fracaso es normal.

No se me ocurre un ejemplo más claro de persona de éxito que el de Michael Jordan. No es ninguna barbaridad decir que Michael Jordan es uno de los deportistas de élite más admirados de todos los tiempos. No voy a citar sus logros deportivos, pero puedo asegurar que son de lo más meritorio que ha hecho alguien en toda la historia del deporte, y le han acabado conviertiendo en una verdadera leyenda. Hubo unos años en que tener a Michael Jordan en el equipo era ganar, independientemente de lo bueno que fuera el equipo contrario.

Sé que mucha gente no tiene respeto por los méritos deportivos de estos profesionales. Creen que sencillamente se trata de gente a la que se le da bien un deporte. A ellos sólo les puedo decir que el deporte profesional es una élite de la cual muy pocos elegidos pueden formar parte, y que requiere una dedicación a tiempo completo, mucho más grande que la mayoría de los trabajos. Para jugar en la  NBA se requiere una preparación física fuera de serie (el dopaje es algo común en el deporte norteamericano), una gran resistencia física y mental (el primer año, la mayoría de los jugadores padecen a mitad de temporada el rookie wall, que es una bajada espectacular de su rendimiento debido al agotamiento físico y mental al que estan sometidos), una gran preparación técnica y una gran concentración para poder competir con los mejores profesionales procedentes de todos los países del mundo.  El mérito del deportista que triunfa en una competición depende, lógicamente, de la profesionalidad de ésta. Y pocas ligas se me ocurren más profesionales y exigentes que la NBA.

El tipo de presión a la que estuvo sometido un deportista del nivel de Michael Jordan es enorme. Y conseguir el éxito una y otra vez en un entorno tan competitivo exige una predisposición mental óptima. De hecho, es muy común que en los deportistas profesionales de alto nivel se presente el síndrome de la nikefobia, o miedo al éxito. Es la típica escena de un deportista que está a punto de conseguir un gran éxito, pero en los últimos momentos se desinfla y comienza a cometer errores absurdos que boicotean su propia victoria. Ansía tanto el éxito que estar a punto de conseguirlo le produce estrés y ansiedad, lo que le lleva a sabotearse a sí mismo. Este síndrome es algo común en todos los deportes y en todos los niveles.

Pero a Michael Jordan no le afectaba la presión. Cuando llegaba el final de un partido importante con el marcador apretado, todo el mundo sabía que Jordan haría algo que decantaría la balanza. Lo sabía el público, sus compañeros, los jugadores del equipo contrario. Todo el mundo estaba pendiente de él. El equipo contrario, formado por jugadores profesionales de un nivel similar al suyo, iban a hacer todo lo posible para que no se repitiera la historia. Pero la historia se repetía. Una vez y otra. Y la diferencia la marcaba la fortaleza mental.

Michael Jordan dijo que en una ocasión:

"I've missed more than 9000 shots in my career. I've lost almost 300 games. 26 times, I've been trusted to take the game winning shot and missed. I've failed over and over and over again in my life. And that is why I succeed."

[He fallado más de 9000 tiros a lo largo de mi carrera. He perdido casi 300 partidos. En 26 ocasiones, el equipo me confió el último tiro para ganar un partido y fallé. He fallado una vez, y otra, y otra a lo largo de mi vida. Y éste es el motivo por el cual alcancé el éxito.]

(Ver otras frases de Michael Jordan)



El resumen es que el camino al éxito se comienza en nuestro interior. Hay que mantener una actitud positiva, confiada y segura. Tarde o temprano esto hará que consigamos objetivos, independientemente de las circunstancias externas a las que se les llama suerte.

Cuando algo no funciona, cambia la estrategia. Fijarse en un único objetivo acaba por obsesionarnos. Cuando algo no va bien, cambia rápidamente. Sin contemplaciones. Ésa es la única forma de no hundirte con tus fracasos. Porque hasta en la vida de la persona más exitosa del mundo hay un número mucho más alto de fracasos que de triunfos.

Lo más importante no es no fallar nunca, sino recuperarse rápidamente de los fracasos. Porque los fracasos están ahí. Vamos a fracasar. Seguro. Pero si somos suficientemente fuertes para perseverar, cambiar de estrategia, reinventar nuestra vida, lo más probable es que tarde o temprano aprovechemos una de las oportunidades que tan sólo esperan a que alguien las coja y alcancemos el éxito en la vida (signifique lo que signifique eso).

Invierte tu perspectiva.

1 comentario:

  1. Hola Salva,
    Una vez más estoy completamente contigo. Pero con la diferencia que tú lo sabes plasmar.
    Claro que tienes razón, quien no ha fracasado a lo largo de su vida. Creo que todo ser humano verdad.
    Bueno Felicidades y adelante, que tú vales mucho.
    Saludos cordiales Vicky Sánchez!!

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