sábado, 7 de septiembre de 2013

Sensaciones tras la publicación de mi primera novela

Ahora que ya han pasado unas semanas tras el frenesí del lanzamiento de mi primera novela en Amazon, tras haberla visto casi 10 días seguidos en el TOP 100 de descargas y habérsela hecho llegar a más de 500 personas, y habiendo transcurrido ya este efímero espejismo de éxito después del que Polvo de estrellas se ha hundido para siempre en el pozo de las palabras olvidadas, donde tantas historias yacen cada día, creo sentirme con la suficiente madurez como para hablar de todas las sensaciones vividas a lo largo de este proceso que ha durado varios años, en el que he sido capaz de arrancar un parte de mi corazón y dejarla plasmada en un papel en blanco.

Siempre recordaré Polvo de estrellas como una historia triste. Un reflejo de las penurias vividas los años en los cuales esta historia fue tomando forma. Unos años en los que se me rompió el corazón unas cuantas veces, viví de cerca la muerte de un ser querido, me sentí decepcionado por las personas a las que había considerado mis amigos, tuve que lidiar yo solo con tremendas cargas que no me pertocaban, sentí cómo mis aspiraciones profesionales se evaporaban y perdía para siempre la senda de lo que verdaderamente siempre hubiera querido hacer, e incluso las ideas del suicidio no dejaban de pasearse reiteradamente por mi cabeza. Un tiempo en el que he estado solo y no he dejado de conocer a personas equivocadas. De dar pasos en falso y de estar, francamente, perdido.

Con este trasfondo no era difícil que los personajes de Eric y Amanda, dos personas jóvenes y atormentadas por una vida demasiado vacía, nacieran dentro de mi corazón y se manifestaran como eso que yo fui, lo que estaba viviendo y aquello que quería algún día llegar a ser. Por otro lado, Saúl y Claudia viven en mí, porque son esa parte mía más oscura, visceral y violenta que todo el que me conoce bien entiende. Y, la chica-de-los-ojos-verdes, siempre vivió como un ideal inalcanzable dentro de mí, desde hace muchos años.

En este sentido, escribir Polvo de estrellas no ha sido difícil. Creé la trama y la historia a lo largo de unos tres años, aproximadamente, en los cuales iban apareciendo esas ideas locas en mi cabeza tras volver a casa después de una noche de borrachera sintiéndome una mierda, saber qué es la muerte y el dolor que deja tras su paso y tener, al fin y al cabo, un corazón destrozado. En cierto modo, esta novela ha sido un purgatorio personal. Un lugar donde he podido expulsar toda la basura que llevaba dentro y, encima, la he podido transformar en arte.

Creo que, escriba lo que escriba a partir de ahora, seguramente alcanzará un nivel técnico superior al de Polvo de estrellas, fruto del aprendizaje constante al que siempre está abocado un escritor. Pero me parece bastante imposible que haya algún día otra novela mía tan personal, tan idiosincrática y tan auténtica.

Esta novela es una joya en muchos sentidos.

El proceso de publicar el trabajo ha sido laborioso. Una vez tuve el guión, al que dediqué tres años, escribir el primer borrador me llevó un mes - las vacaciones de 2012 -. Ese borrador inicial fue reescrito una y otra vez hasta tomar la forma final de lo que es la novela en su última versión. Han habido mejoras importantes ya que, a medida que la he ido escribiendo, también he ido aprendiendo. Y mucho. También hubo censura, porque el primer borrador era algo escatológico, sobre todo en los excesos de las escenas de sexo y el uso del lenguaje coloquial. Así que vi necesario cortarme un poco para dotar a la novela de un carácter algo más comercial que quizás pudiera ayudar a que una editorial se fijara en mi trabajo y apostara por mí.

Lamentablemente, el editorial es un mundo muy restrictivo y cerrado a los autores noveles. Estuve un tiempo debatiéndome entre presentarme a un nuevo concurso o autopublicar la novela. Era algo que debía pensarse bien, pues el hecho de autopublicar implicaba que la novela ya no podría participar en ningún otro certamen literario.

Tras haber publicado Polvo de estrellas, las sensaciones son algo confusas. Por un lado me alegro de haber tenido mi novela en papel entre las manos. El proceso de publicación, incluyendo la maquetación del libro y el diseño de la portada, lo he vivido con mucha ilusión y ha sido como cumplir un sueño. Al mismo tiempo, el haber recibido tan buenas críticas por parte de los lectores, me ha animado mucho a seguir escribiendo y dedicándome muy en serio a esto de la creación de historias.

La parte negativa ha sido poder comprobar, una vez más, lo difícil que es dar a conocer tu obra. Encontrar lectores es una ardua tarea de promoción, para la cual un escritor independiente no tiene medios. Independientemente de la calidad de una novela, para la mayoría de escritores independientes, la historia sólo llegará a su entorno social y quizás un poco más lejos. Pero, salvo algunas excepción, no mucho más lejos. Eso entristece, pues lo que más quiere un escritor es difundir sus palabras y saber que llegan a la gente. Creo que esa es la ambición última de cualquier persona que se dedique a esto.

La etapa de promoción me ha desgastado mucho psicológicamente. Puedo decir que me he cansado y, si bien he diseñado un pequeño Plan para difundir la obra a través de Wattpad, ya no tengo ganas de seguir registrándome en foros a presentar la novela o mensajear a bloggers para tratar de conseguir una triste reseña. El escritor de verdad es un lobo solitario, y todo lo relacionado con las apariencias no suele ser mucho de su agrado.

En otras palabras: me importa un comino.

Ahora me apetece centrarme en mi próximo proyecto literario. Pues lo realmente grande de esta afición para muchos - y profesión para una minoría - es el hecho de poder desahogar todas esas inquietudes que se llevan dentro, de dar rienda suelta a tu imaginación, de crear unos personajes a los que llegas a querer como si fueran tus hijos, de diseñar unos diálogos que, verdaderamente, estás teniendo contigo mismo.

Eso es lo que significa escribir.

Y lo demás importa poco.