sábado, 27 de abril de 2019

Reflexiones de un ciudadano del mundo

Escribo esta entrada sentado en el vagón de un tren en Kyoto, de vuelta a mi hotel. Estoy pasando unos días espléndidos con mi pareja en este viaje. Hemos estado alojados en una pequeña isla de Okinawa, Zamami, donde pudimos bañarnos en unas aguas que tienen un color único en el mundo -el Kerama Blue-, buceamos con tortugas marinas en libertad y entre arrecifes de coral magníficos. También hemos estado en Miyajima, un lugar místico lleno de templos entre los bosques, Osaka, Kyoto y nos quedan por recorrer Takayama y Tokyo.

En viajes tan largos uno tiene tiempo de pensar, y compartí con mi pareja una reflexión que me vino de forma muy espontánea, sobretodo cuando rememoré nuestros viajes juntos: Grecia, Tailandia, Munich, Hallstatt, Turín... Y le dije: "Estamos viviendo los mejores años de nuestra vida".

No pretendía ser dramático con esta frase, pero la verdad es que me sobrevino como una pura verdad. A lo largo de mi vida he vivido muchas etapas, y algunas bastante tristes. Quizás este pensamiento que me asaltó es la perfecta definición de felicidad: valoremos lo que hay ahora, por que la vida no siempre te viene así de bien, no siempre ha sido así y lo mejor, tristemente, es algo finito.

Los viajes siempre son oportunidades de conocer nuevas culturas, otras gentes y su forma de vivir y de pensar. Antes de visitar un país asiático pensaba que la gente iba a ser muy distinta, pero qué va. Tenemos mucho en común con las personas de otras culturas, son mucho mayores las similitudes que las diferencias. Y hay un lenguaje universal que todo el mundo entiende: el de la buena voluntad, el del corazón. ¡Qué fácil es pedir una foto o sonreírte, tener un momento de cruce de miradas y entendiminto, con una persona que no habla ningún idioma en común contigo!

Ahora en mi país hay elecciones generales. Es un momento crucial pues la inestabilidad política ha sido una constante desde la crisis económica de 2008 que pilló en bragas al gobierno de Zapatero y dio el relevo al Partido Popular, la derecha rancia y conservadora con mucha fuerza en España. Hasta que la moción de censura del PSOE y Podemos se hizo efectiva, el gobierno de Mariano Rajoy aprovechó para meter el hachazo todo lo que pudo, con una reforma laboral que abarató un 40% el despido a las empresas, con atentados a la libertad de expresión como la Ley Mordaza, y dinamitando la diplomacia con los líderes separatistas de Catalunya, lo que nos ha llevado a la peor crisis secesionista que al menos yo haya vivido, con episodios lamentables como el del 1 de Octubre de 2018 y que ha acabado incluso con políticos en la cárcel, cual república bananera.

El polvo se ha levantado de tal forma que la extrema derecha ha aprovechado para salir del agujero en el que estaba escondido, y formaciones como VOX han entrado en escena con programas políticos sin complejoscque evocan a aquellos lejanos años 30 en los que el Mein Kampf se consideraba una obra intelectual en lugar de los delirios de una mente enferma (o perversa).

Y yo, que estoy fuera, conviviendo con gente de otro país, pensando en lo similares que somos, pienso: ¿por qué no se dan cuenta los radicales, los separatistas catalanes que se sienten mejores que el resto de España, los ignorantes de VOX que quieren quitar la autonomía a Catalunya o cerrar mezquitas de algunas corrientes islámicas y hacer una clara caza de brujas a los inmigrantes en nuestro país, de que todos tenemos muchas más similitudes que diferencias? De que todos somos personas. De que todos queremos lo mismo: seguridad, prosperidad y libertad. De que el enemigo no es el vecino de al lado, sino el corrupto que te convence de que el enemigo es el vecino de al lado para que él pueda vivir mejor que tú y tu vecino. Pensamientos extraños que a uno le vienen cuando ve las cosas con un poco más de perspectiva. Sueño con un mundo en el cual la gente no sea tan corta de miras, pero creo que habré muerto antes de poder verlo.

También he pensado mucho en nuestra relación con la naturaleza. Nadar con tortugas en libertad, ver como un pueblo se vuelca con la conservación del ecosistema tanto como lo hace la gente de las Kerama... Te hace pensar. Te hace pensar qué coño estamos haciendo. Hay una idea errónea muy extendida, y es que el ser humano se está cargando el planeta. Craso error, la Tierra las ha pasado mucho peores. La Tierra no desaparecerá. El problema lo tiene el hombre, que esta destruyendo su propio hábitad, y eso lo llevará a su autodestrucción junto con a la mayor parte de los seres vivos que habitan en la Tierra. Hay que dejar atrás la idea de que estamos jodiendo a ese ente, ese tercero, llamado Tierra. Nada de eso: nos estamos jodiendo a nosotros mismos.

Compartí con mi pareja mi preocupación por todo este asunto, y cómo yo propondría una radical reestructuración de nuestro sistema económico y social, que sería la única alternativa viable para poder convivir en harmonía con la naturaleza, algo que nos interesa a todos. No me voy a extender sobre mis ideas acerca de esta cuestión, porque no son para escribir un artículo sino un libro, o varios, y quizás algún día lo haga. Yo soy un creyente de que la mejor forma de gestionar con eficiencia la productividad del ser humano y de mantener un orden social es el sistema de organización empresarial, en el cual una élite toma las decisiones estratégicas que llevan al mejor asignamiento de los roles, los mejores procesos y la gestión eficiente de los recursos. No creo en la competencia del libre mercado como el paradigma de una sociedad igualitaria y en armonía con el medioambiente. Solo una economía planificada nos podría llevar a eso.

La globalización no tiene ningún tipo de sentido desde una perspectiva medioambiental. Solo pensar en el coste del almacenaje y transporte es ridículo desde un punto de vista de la sostenibilidad. Solo una economía de subsistencia, de autoabastecimiento, con núcleos de producción descentralizados y autosuficientes en medida de lo posible, con trabajadores que residan cerca de su núcleo de producción y cerca del acceso a todos los servicios necesarios, nos ahorraría el caos que hoy en día vivimos en las metrópolis.

Prioricemos lo que hay que producir. Dejemos de producir lo que no se necesita producir. Si una zona no tiene recursos para ser autosuficiente, hay qur sacar a los humanos de ahí. Y para ello no pueden haber países. Solo una élite intelectual debe asignar los roles a cada miembro de la humanidad, porque la vida del somalí que no tiene agua, ni alimento, ni medicina, es igual de valiosa que la tuya y la mía. Esa persona merece una oportunidad. Hay trabajo que hacer. Mucho trabajo si queremos arreglar todo lo que hemos destruido. No puede haber ni un parado en el mundo. Todos deben aportar su grano de arena a un mundo mejor. TODOS.

¿Cómo llegamos ahí, si ahora estamos a años luz? ¿Cómo llegamos ahí si los lobbies empresariales, los gobiernos poderosos, el status quo, nunca lo permitiría? ¿Cómo creamos un mundo para las personas y el resto de seres vivos? ¿Cómo salimos del pozo en el que nos hemos metido?

No sé cómo llegar a él, pero sí sé cómo es ese mundo: igualdad de oportunidades, meritocracia y posibilidad de vivir mejor si aportas más  valor, no posibilidad de hacerse rico, no dinero, no armas, único país: la Tierra, acceso a vivienda para todo el mundo, acceso a comida, agua, medicamentos, formación... Para TODO el mundo. Redefinición territorial, redefinición de las actividades humanas en su conjunto. Creación de una élite sin fisuras morales. Sin corrupción. Una élite capaz de llevarnos a esa utopía a todos juntos. Una élite justa.

¿Serían máquinas creadas por el ser humano esa élite? ¿Máquinas miles de veces más inteligentes y sin las debilidades propias del ser humano?

Y hago la última reflexión a modo de corolario: ¿solo una sociedad comunista a nivel mundial liderada por máquinas, sin fronteras, sin dinero, sería la puerta al mundo utópico, igualitario, justo y sostenible, con el que he soñado?

Si tengo que mojarme, yo diría que nos habremos destruido antes de poder crear esas máquinas.

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